“Las trabajadoras del hogar no sólo hacen posibles todos los demás trabajos: también hacen realidad nuestros sueños”

El cuidado está en el centro de nuestras vidas desde que nacemos hasta que dejamos este mundo. Sin el trabajo de cuidados -remunerado y no remunerado-, las sociedades dejarían de funcionar. Y las trabajadoras del hogar cumplen un rol esencial en la provisión de esos cuidados de los que todos dependemos para el mantenimiento de nuestros hogares y el bienestar de nuestras familias.

Sin embargo, el trabajo de cuidados permanece invisibilizado. A menudo, ni siquiera se lo considera como trabajo, sino como una extensión de las tareas de cuidado no remuneradas históricamente asignadas a las mujeres. Y, aun cuando se lo reconoce como trabajo, se lo considera un trabajo no calificado, naturalmente asignado a mujeres racializadas, indígenas, pobres, migrantes del Sur Global y de otros grupos marginalizados. En esta desvalorización social y económica del trabajo de cuidados está el origen de las precarias condiciones laborales que enfrentan habitualmente las trabajadoras remuneradas del hogar en todo el mundo.

La mayoría de nosotros hemos crecido dando por sentado el trabajo de cuidados y cargados de percepciones erróneas sobre quiénes deben cuidarnos y cómo. Desde hace décadas, nuestro movimiento ha venido luchando para cambiar la manera en que concebimos los cuidados. La historia de Steven demuestra que las trabajadoras de hogar no sólo hacen posibles todos los demás trabajos, sino que también pueden contribuir a hacer realidad nuestros sueños. Su testimonio nos alienta a imaginar un futuro donde los empleadores y las sociedades en general valoren el lugar esencial que el trabajo de cuidados ocupa en nuestras vidas y dignifiquen a las trabajadoras del hogar que nos cuidan.