¡Celebremos a las mujeres que cuidan al mundo!

En el Día Internacional de la Mujer, la FITH celebra a las mujeres que cuidan al mundo: las trabajadoras del hogar. Bajo el lema “Invirtamos en Cuidados: Aceleremos la Justicia Social para las Trabajadoras del Hogar”, este 8 de marzo redoblamos esfuerzos para poner en las agendas públicas las prioridades de las trabajadoras del hogar como cuidadoras remuneradas y no remuneradas. También aprovechamos la oportunidad única de visibilizar nuestras demandas e influir en las políticas globales sobre el cuidado en la CSW68. Junto a los sindicatos globales, socios y aliados, nuestras líderes están preparadas para amplificar las voces de las trabajadoras del hogar y dejar una huella en la sede de la ONU en Nueva York. Este año, tenemos grandes razones para celebrar el Día de la Mujer. ¡Salud a las trabajadoras de todo el mundo!

Hay 75,6 millones de trabajadoras del hogar remuneradas en todo el mundo, que satisfacen las necesidades de cuidado de la población global, ya sea a través de actividades de cuidado directo -como el cuidado de niños, adultos mayores y personas con enfermedades o discapacidades-, o de tareas de cuidado indirecto -como cocinar y limpiar. Sin embargo, las trabajadoras del hogar continúan siendo subvaloradas y no reconocidas como trabajadoras; persiste la concepción de que el trabajo doméstico es una actividad que no requiere habilidades y que naturalmente recae en las mujeres. Pero cualquiera que haya brindado o recibido cuidados durante su vida sabe que es una tarea esencial para el bienestar y el sustento de las familias, las sociedades y las economías. El trabajo doméstico es el que hace posible todos los demás trabajos.

La economía del cuidado aún está profundamente marcada por varias formas de discriminación, exclusión, violencia de género y sistemas intersectoriales de opresión basados en género, clase, etnia, raza, estatus migratorio, edad y discapacidad, entre otros factores. Históricamente, el trabajo de cuidado ha sido asignado a mujeres empobrecidas, marginadas y racializadas. Dentro de la fuerza laboral de cuidado, las trabajadoras del hogar enfrentan las peores condiciones laborales y de vida, con salarios extremadamente bajos, altos niveles de informalidad, falta de protección legal o de implementación efectiva de las normas existentes, acceso limitado a la protección social y una exposición desproporcionada a riesgos laborales, violencia y acoso en el lugar de trabajo. La situación de las trabajadoras migrantes, indígenas y negras, que están sobrerrepresentadas en el sector, es aún más precaria.

Además, la multitud de injusticias que las trabajadoras domésticas enfrentan en el lugar de trabajo se ve agravada por la carga del trabajo de cuidado no remunerado que recae sobre sus hombros debido a la falta de acceso a servicios públicos de provisión de cuidado y beneficios de seguridad social. La provisión de cuidado no remunerado también es trabajo y afecta el acceso y la permanencia de las trabajadoras del hogar en el mercado laboral, así como a la calidad de sus empleos. Es crucial reconocer que las trabajadoras del cuidado tienen, además de derechos laborales como trabajadoras, necesidades de cuidado a largo plazo para sus hijos, familiares ancianos y para ellas mismas a medida que envejecen.

La pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto una paradoja que debería servir como aprendizaje: ha expuesto cuánto dependen las sociedades de los servicios esenciales de la economía del cuidado, la insostenibilidad e ineficiencia de los sistemas de cuidado y, al mismo tiempo, cuán poco valoradas y reconocidas son las trabajadoras del cuidado, quienes fueron las más afectadas por la crisis de Covid-19. Asimismo, el mundo enfrenta una crisis climática que está destruyendo medios de vida y comunidades, y que impacta fuertemente a las trabajadoras domésticas, aumentando su carga de cuidado, limitando su acceso a recursos básicos, empujándolas a migrar debido a desastres naturales y empeorando su calidad de vida. Una transición hacia una economía sostenible que coloque el cuidado y a las trabajadoras domésticas en el centro puede crear millones de empleos verdes y de alta calidad en el área del cuidado, contribuyendo a construir sociedades más justas y resilientes.

El informe de la OIT "El trabajo de cuidados y los trabajadores del cuidado para un futuro con trabajo decente" estimaba que había 2,1 mil millones de personas con necesidades de cuidados en 2015 y advertía sobre una "crisis de los cuidados" si esas necesidades no se atendían adecuadamente. La pandemia aceleró esta crisis, profundizando las desigualdades y normas de género preexistentes, y poniendo una presión sin precedentes en nuestros ya sobrecargados sistemas de cuidado. Para 2030, se espera que el número de personas con necesidades de cuidados aumente a 2,3 mil millones como resultado del crecimiento demográfico, el envejecimiento de las sociedades, los cambios en las estructuras familiares, una mayor participación de las mujeres en el mercado laboral y las deficiencias existentes en las políticas sociales. Si no se abordan de manera apropiada, los déficits actuales en la provisión de servicios de cuidado y su calidad conducirán a una crisis irreversible y contribuirán aún más a la precariedad del empleo en el sector del cuidado.

Para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y cumplir con las metas establecidas en la Agenda de Trabajo Decente de la OIT, la inversión en la economía del cuidado debe duplicarse para 2030, lo que tiene el potencial de generar un total de 475 millones de empleos. Pero no es suficiente asignar recursos financieros; se necesitan políticas transformadoras para desarrollar sistemas de cuidado integrales que sean inclusivos, tengan perspectiva de género y adopten un enfoque interseccional, intercultural y de derechos humanos. Las políticas públicas sobre cuidados son transformadoras cuando garantizan los derechos, la autonomía y el bienestar de las trabajadoras del cuidado remuneradas, las cuidadoras no remuneradas y las receptoras de cuidados. Para lograr esto, deben basarse en el Marco de las 5 R de la OIT para el trabajo decente en el sector de los cuidados: Reconocer, Reducir y Redistribuir el trabajo de cuidados no remunerado; Recompensar el trabajo de cuidados remunerado, promoviendo más trabajo y trabajo decente para las trabajadoras, y garantizar la Representación, el diálogo social y la negociación colectiva para las trabajadoras del cuidado.

La FITH y las organizaciones de trabajadoras del hogar de todo el mundo tienen una larga historia de lucha por los derechos laborales y humanos de las trabajadoras del hogar, habiendo logrado avances significativos a nivel global, regional y nacional en términos de protección legal y políticas públicas favorables para nuestro sector. La representación y participación activa de nuestro movimiento en espacios de toma de decisiones, el desarrollo de marcos políticos e institucionales, y la construcción de una agenda global sobre la economía del cuidado son cruciales para garantizar el trabajo de cuidados decente. Para nosotras, el diálogo social, basado en el respeto a la libertad de asociación y el reconocimiento efectivo del derecho a la negociación colectiva, es esencial para traducir el desarrollo económico en justicia social. ¡Nada para nosotras sin nosotras!

Las crisis globales que han sacudido al planeta en los últimos años (Covid-19, degradación ambiental, conflictos armados, ascenso de regímenes autoritarios y debacles económicas) han puesto de relieve la injusta organización social del cuidado y la necesidad de avanzar hacia un cambio en el modelo de desarrollo que coloque el cuidado y la sostenibilidad de la vida en el centro. Pero también representan una oportunidad para capitalizar las lecciones aprendidas y avanzar hacia una recuperación transformadora. El cuidado es un derecho humano y un bien público. Y las trabajadoras del hogar son actores clave en la construcción de sociedades del cuidado basadas en la justicia social, económica y climática, la equidad de género y el respeto de los derechos laborales y humanos de todas las personas. Constituyen una fuerza de trabajo dinámica y multiplicadora del bienestar. Es hora de reconocer el valor económico y social del trabajo del cuidado a través de políticas que coloquen los derechos de las trabajadoras del hogar en el centro. Si realmente aspiramos a un mundo más justo y equitativo, ¡empecemos por cuidar a las mujeres que cuidan al mundo!

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