Colaboradores: Rothna Begum/Equal Times
En el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, celebramos un movimiento creciente para hacer valer los derechos de esta vasta pero oculta mano de obra. Se estima que 67.1 millones de personas están empleadas en el trabajo doméstico en todo el mundo, la mayoría de ellas mujeres. Cocinan, limpian y cuidan niños y ancianos. Pero al trabajar a puerta cerrada en casas particulares, muchas tienen pocas protecciones legales y experimentan explotación y abuso con regularidad.
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En el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, celebramos un movimiento creciente para hacer valer los derechos de esta vasta pero oculta mano de obra. Se estima que 67.1 millones de personas están empleadas en el trabajo doméstico en todo el mundo, la mayoría de ellas mujeres. Cocinan, limpian y cuidan niños y ancianos. Pero al trabajar a puerta cerrada en casas particulares, muchas tienen pocas protecciones legales y experimentan explotación y abuso con regularidad.
En muchos países, las leyes y políticas refuerzan la percepción arraigada de que el trabajo doméstico no constituye un trabajo “real”. A lo largo de los años, he escuchado a reclutadores, empleadores y funcionarios gubernamentales explicar que el trabajo doméstico no es arduo y describir puntos de vista perjudiciales para justificar el trato desigual de los trabajadores. En Dubái, un agente de contratación me dijo: “Las empleadas domésticas son mezquinas. Si tuviera una mente amplia, no haría este trabajo”. Un empleador en Abu Dhabi me dijo: “Los trabajadores domésticos son como la arcilla. Haz lo que quieras hacer [a ellos]”.
El trabajo doméstico sigue siendo una de las formas de empleo más infravaloradas y menos reguladas. Muchos de los trabajadores domésticos del mundo están excluidos de las protecciones de las leyes laborales de sus países. Los sistemas de inmigración restrictivos también dejan a los trabajadores domésticos migrantes (alrededor de 11.5 millones en todo el mundo) en mayor riesgo de abuso.
Veintidós países han ratificado el tratado.
Pero hace cinco años, la comunidad internacional dio un paso trascendental para cambiar eso. Ahora es el momento de que los países individuales sigan adelante.
El 16 de junio de 2011, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) adoptó un tratado histórico, el Convenio sobre trabajo decente para los trabajadores domésticos. El tratado es el primero en establecer los derechos de los trabajadores domésticos. Exige que los países garanticen a los trabajadores domésticos los mismos derechos que a los demás trabajadores con respecto a los períodos de descanso diarios y semanales, las horas de trabajo, la compensación por horas extra y las vacaciones anuales pagadas; así como una adecuada protección contra la violencia.
Las asociaciones de trabajadoras del hogar, las organizaciones de derechos humanos y los sindicatos combinaron esfuerzos para que el tratado fuera adoptado y posteriormente ratificado. Veintidós países han ratificado el tratado y muchos más han adoptado reformas de la legislación laboral que mejoran la protección de los trabajadores domésticos.
Estos son logros importantes y difíciles de lograr, pero aún queda un largo camino por recorrer.
Por ejemplo, en los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), que albergan a más de dos millones de trabajadores domésticos migrantes, las visas de los trabajadores migrantes están vinculadas a sus empleadores bajo el sistema “kafala”. No pueden cambiar de trabajo sin el consentimiento de su empleador, y si escapan de un empleador abusivo, los trabajadores pueden ser castigados por “fugarse” con encarcelamiento, multas y deportación.
Esto ha llevado a una plétora de abusos. Casi todos los cientos de trabajadores domésticos migrantes que entrevisté en los países del CCG me dijeron que sus empleadores confiscaron sus pasaportes para asegurarse de que no escaparan. Muchos relataron cómo sus patrones los obligaban a trabajar, en casos extremos, hasta 21 horas diarias sin descanso ni día libre; no les pagó sus salarios completos, en todo caso; les dio comida escasa o en mal estado; les gritaba a diario; o incluso abusado física o sexualmente de ellos.
Pero incluso en el Golfo las cosas han comenzado a cambiar. Todos los gobiernos del CCG votaron a favor del convenio sobre trabajadores domésticos de la OIT y, aunque aún no lo han ratificado, algunos han tomado medidas para aumentar la protección legal de los trabajadores domésticos. Kuwait, por ejemplo, aprobó una ley en junio de 2015 que brinda a los trabajadores domésticos derechos laborales por primera vez, como un día libre semanal, compensación por horas extra y vacaciones anuales.
Hoy, cuando las trabajadoras del hogar de todo el mundo celebran sus logros, los gobiernos deben tomar medidas para garantizar un progreso continuo. Deberían aprovechar esta oportunidad para ratificar el convenio de la OIT, reformar sus leyes y políticas para proteger los derechos de las trabajadoras del hogar y garantizar que tales derechos se hagan realidad.
Fuente: Rothna Begum/Tiempos iguales